“…Seguro que es gripe… y así es mejor cuidarse y dejar para mañana… Sí, es mejor no salir hoy y ver qué tal sigo… igual la semana próxima es lo mismo…”.
Con este pensamiento tranquilizador, Juan resolvió quedarse en su cama esa mañana preciosa de Marzo a las 7.30, en la cual se había propuesto levantarse para ir a sacarse sangre. Siempre que podía lo evitaba pero esta vez su médico fue categórico: sí o sí tenía que hacerse un chequeo, no había andado bien en los últimos tiempos. Juan sabía que esto era cierto y sabía en su corazón que no estaba tan mal como para no ir… pero la sola idea de un pinchazo lo aterraba, y así lo dilataba lo más posible…

Raquel mira una y otra vez su equipo “de la diabetes” como le decía su familia. Cada vez se le hace más difícil pincharse, no importa el momento ni con qué… Cada vez surge ese miedo previo que le acelera el corazón, le da transpiración y la lleva a pensar en salir corriendo… “¿Por qué a mí? ¿Qué me pasa? “Esto no puede ser normal, las personas no se sienten así por un pinchacito…” Su vida se ha transformado en un antes y después de cada inyección, por lo cual tiene la perpetua sensación de que no tiene vida. Nunca fue para ella muy fácil encarar el tema… Desde el inicio de su enfermedad no para de pensar que es injusto y que el mundo científico debería encontrar la manera de tratarla sin inyecciones… pero no es así. Cada vez ese sentimiento es más fuerte… “y encima los controles…”. Lentamente ese miedo ha ido ganado terreno y Raquel va encontrando sin querer todo tipo de justificaciones para disminuir el número de pinchazos… “Ya me conozco, no necesito control…”. “Es una lástima desperdiciar una lanceta…”. “Para qué me voy a dar la cristalina si casi no comí…”.

Estos son algunos de las cada vez más numerosos y peligrosos pensamientos que la acosan y la guían en el manejo de su enfermedad. Lejos del control o de la insulina sabe que no está bien, que tiene que encarar este problema de otra forma, pero… no puede o no quiere.

Juan y Raquel son sólo dos ejemplos de los cientos de miles de personas que tienen que convivir con lo que médicamente llamamos “fobia a las inyecciones” o sencillamente “miedo intenso e irracional a las agujas”.

Juan y Raquel son grandes, inteligentes y comprenden que deben vencer este miedo… sin embargo, algo en ellos no los deja y los tiene sumidos en una constante zozobra e inquietud, una constante pelea con su vida, una constante humillación de saber que no pueden explicarse, que hasta los niños se sacan sangre o se pinchan, que a nadie le gusta pero que no es el fin del mundo.

Juan y Raquel tienen miedo… y eso los hace sentirse muy mal, tristes, vulnerables y… cada vez más cansados.  Si, el miedo como sensación desagradable que es, cansa, desgasta y no sólo va quitando ganas a la vida sino que lentamente va carcomiendo nuestra capacidad de enfrentamiento y nuestro humor diario…

El miedo específico a algo que debemos enfrentar repetidamente, como otras formas de respuestas de ansiedad, va generando lentamente una sensación de incontrolabilidad en nuestras vidas, de desamparo, de no poder… que puede ser el disparador de problemas del humor (léase depresión) que complicarán aún más el panorama ya negro que se percibe.

Pero ansiedad, miedo, fobia, percepción de incontrolabilidad… veamos de qué se trata todo esto y cómo en personas adultas e inteligentes también pueden ocurrir, y complicar una diabetes ya diagnosticada, como es el caso de Raquel o determinar un terreno nefasto para el inicio de una enfermedad tan exigente como es la diabetes insulino-dependiente, como es el posible caso de Juan.

Los miedos específicos -o para ser más exactos las fobias específicas-, son uno de los trastornos de ansiedad que aquejan a los humanos como un flagelo desde épocas inmemoriales, pero mucho más frecuentemente en esta última década. No contamos con casuísticas nacionales de número de casos, pero sabemos que los problemas de ansiedad en todas sus formas se encuentran en alza en todas las edades.

¿Cambió la genética de los trastornos de ansiedad? ¿Cambió la vida? ¿Será real que el número de casos ha aumentado o será que se diagnostican más veces ya desde la primera infancia? Seguramente un poco de cada cosa. Sabemos más de la ansiedad, la aceptamos más, la respetamos más como generadora de sufrimiento… y hay más por el estilo de vida moderno.

Ansiedad, angustia, miedo… Los usaremos como sinónimos. Estrictamente no lo son, pero la diferencia es mínima y no hace al concepto. La ansiedad o miedo es una forma de respuesta a una situación, persona, animal u objeto, real, percibido o anticipado que genera una sensación de malestar intenso con tres tipos de respuestas posibles:

Respuestas cognitivas: pensamientos o imágenes mentales vinculadas con la situación
-Percepción de estímulos amenazantes: seguro que esa inyección duele.
-Evaluación negativa del repertorio de enfrentamiento: soy miedosa, qué le voy a hacer, no me animo.
-Preocupación por reacciones somáticas: ¿y si me desmayo? ¿y si vomito?
-Rumiaciones de escape/evitación: no voy hoy, mejor mañana; me siento mal, lo dejo para dentro de un rato.
-Expectativas de daño: me va da doler la inyección, etc.

Respuestas motoras: la conducta dirigida a posponer, evitar o interrumpir la interacción de estímulos amenazantes:
-Respuestas de escape: la persona se aleja físicamente del objeto temido.
-Respuestas de evitación activa: la persona  lleva a cabo una acción que obvia la aparición del estímulo provocador del miedo, por ejemplo ocuparse de otra cosa, mirar TV, leer.
-Respuestas de evitación pasiva: la persona deja de realizar lo que debe y la ansiedad disminuye; Juan se acuesta nuevamente, Raquel cierra su estuche de insulina.
-Respuestas motoras alteradas: cuando las condiciones fuerzan el enfrentamiento con el objeto o situación temidas aparecen perturbaciones de la conducta motora verbal (voz temblorosa, bloqueos, repeticiones, etc.) y no verbal (tics, temblores, muecas faciales, etc.).

Respuestas psicofisiológicas: hay un aumento intenso de la activación nerviosa vegetativa (sistema nervioso autónomo, un sector de nuestro sistema nervioso) que se observa fundamentalmente en:
-Respuestas electrodérmicas: se verifica un aumento de la actividad de las glándulas sudoríparas que se traduce en especial en palmas de las manos sudorosas, húmedas o pegajosas.
-Respuestas cardiovasculares: se verifica un aumento de las contracciones del corazón en frecuencia (taquicardia) e intensidad (palpitaciones) que eleva la presión arterial y la frecuencia del pulso. Estos cambios en el flujo de sangre varían a su vez la coloración de la piel (enrojecimiento o palidez) y la temperatura corporal (calor o frío súbitos).
-Otras: aumento del tono de los músculos que puede percibirse como espasmos o entumecimientos o tensión en distintas zonas del cuerpo; aumento de la frecuencia respiratoria que se traduce con sensaciones de ahogo o suspiros, entre otras.

Como vemos, las respuestas pueden variar en todas las combinaciones posibles; en general con características similares en cada persona a lo largo de las diversas situaciones.

El miedo es irracional, desadaptativo, intenso de más.

Veamos, es adaptativo tener miedo intenso a los dinosaurios, diríamos que es sano no ir a un lugar donde hay dinosaurios, ese miedo nos protege. Pero seguramente, no importa tener ese miedo a los dinosaurios en el año 2006.

Sin  embargo, el miedo irracional e intenso a los perros en la ciudad de Montevideo en la cual éstos abundan por las calles, el miedo irracional a los ascensores cuando la vida moderna normal depende tanto de ellos o el miedo irracional a los pinchazos cuando se es diabético o simplemente se es un adulto con vistas a un chequeo, no podemos decir que son precisamente adaptativos y sanos: en realidad son desadaptativos y nos impiden vivir plenamente nuestra vida cotidiana.

La buena noticia es que se tratan y desaparecen. Como todos los trastornos de ansiedad el tratamiento es posible y la cura -o por lo menos la disminución franca de los síntomas- es real y duradera.

Los trastornos de ansiedad son generadores de gran dolor y humillación ya desde sus primeras etapas y enfrentarlos y tratarlos es clave en su manejo.

El miedo corre detrás nuestro cuando evitamos situaciones temidas, la única forma es encararlo, y lo debemos hacer nosotros, con ayuda si eso es posible mejor y sea cual sea la edad para poder vivir bien y sobre todo, libres.